martes, 19 de junio de 2012

Inteligencia animal
Alejandra Valero
Los biólogos y psicólogos que estudian la conducta animal han observado que los animales pueden resolver problemas complejos y hasta comunicarse con otros miembros de su grupo. Todo apunta a que la inteligencia es una característica común a animales que poseen un sistema nervioso, y no, como se pensaba antes, exclusiva de los seres humanos.
A QUIENES TIENEN un buen desempeño escolar, se les suele considerar inteligentes, y lo mismo sucede con las personas creativas, productivas, o elocuentes. Actualmente se acepta que es la habilidad de una persona para lograr sus metas personales dentro de un
contexto social y cultural lo que determina qué tan inteligente es. Esto se refiere exclusivamente a la inteligencia humana, pero también es posible estudiar la inteligencia en los animales. De hecho, los científicos se refieren a la inteligencia humana y animal usando el mismo término: cognición animal (del latín cognoscere, o saber).
El concepto de inteligencia es uno de los más controvertidos en las ciencias biológicas; la posibilidad de que los animales sean inteligentes ha sido discutida durante mucho tiempo por científicos y filósofos. Para algunos, suponer que la inteligencia animal y humana forman parte de un continuo, sería como admitir que la naturaleza humana no está en un nivel superior al de los animales.
Desde la Antigüedad, los filósofos griegos difundieron la idea de que el ser humano se distinguía de los animales por su capacidad para razonar, hablar y resolver problemas complejos. En el siglo XVII, el filósofo francés René Descartes continuó esta línea de pensamiento, impulsando el movimiento dualista, el cual promovía la idea de la discontinuidad entre el humano (representado por la mente) y el animal (representado como máquina). Para el siglo XIX Charles Darwin, quien sentó las bases de la teoría de la evolución, consideró la posibilidad de que algunas características de los animales tuvieran continuidad con la conducta del ser humano. A partir de estas ideas, surgieron muchos estudios etológicos (sobre la conducta de los animales) que indican que así como los humanos, los animales resuelven problemas complejos, e incluso pueden comunicarse a través de un lenguaje no hablado. Estas demostraciones de los animales han forzado a que se genere una nueva definición de inteligencia.
Los inteligentes
En la actualidad los científicos consideramos la inteligencia o cognición animal como una propiedad de los seres vivos que tienen un sistema nervioso. La definimos como la capacidad de los animales para responder a los retos que les plantea su medio ambiente (por ejemplo, poderse librar de los depredadores, o enfrentar con éxito la escasez de alimento) por medio de modificaciones de la conducta natural —también conocida como flexibilidad de la conducta.
La flexibilidad conductual se refiere al hecho de que una conducta que se presenta comúnmente en alguna situación se puede usar en contextos diferentes para lograr un propósito en particular: por ejemplo, para resolver un problema. Los carbonerillos, pequeños pájaros europeos, se alimentan de semillas con alto contenido calórico, pero cuando este alimento escasea en el bosque, se enfrentan al problema de conseguir alimentos ricos en grasa y carbohidratos para prepararse para el invierno; es entonces cuando visitan los jardines de las casas y con una destreza inigualable usan el pico para levantar la tapa de aluminio de una botella de leche y se comen la nata que se forma por debajo. En este ejemplo, los carbonerillos emplearon los movimientos típicos para abrir semillas, sobre un pedazo de papel aluminio.
Los monos verdes de África reaccionan a la presencia de sus depredadores naturales de dos formas distintas: al vuelo de un águila, bajan rápidamente al suelo de la selva para resguardarse, mientras que si aparece un puma, se mueven a los estratos más altos para evitar que éste los alcance si logra trepar al árbol. Pero los monos no pueden estar atentos a la presencia de depredadores durante todo el día, ya que realizan otras actividades como trasladarse a diferentes sitios de alimentación, jugar y espulgarse unos a otros. Cuando un mono ve a un depredador, emite una vocalización de alarma que pone en alerta a todo el grupo; ¿cómo sabe un miembro del grupo si debe moverse al suelo o subir a la cima de un árbol? Las vocalizaciones de alarma emitidas tienen propiedades sonoras diferentes, dependiendo del tipo de depredador que los amenace; ¿estarán empleando señales similares a palabras para comunicarse? En este ejemplo, los monos usaron movimientos conocidos (correr hacia arriba o abajo), específicamente para escapar del depredador, y señales sonoras para indicar cuál respuesta era la apropiada.
Los peces ciegos (Astyanax fasciatus) de México viven en completa oscuridad en cuevas del norte, sureste y algunas regiones centrales del país. La formación de sus ojos se detiene en cierto momento de su desarrollo embrionario, por eso desde que nacen son ciegos; además, tampoco tienen un sentido del olfato desarrollado, pero aun así, pueden encontrar fuentes de alimento que visitaron anteriormente con gran facilidad. La clave de su capacidad para orientarse en el espacio está en un órgano mecanorreceptor (que detecta vibraciones y movimiento) llamado línea lateral, por medio del cual el pez ciego percibe, aprende y memoriza la configuración de su entorno. Cuando el agua fluye hacia la línea lateral, vibra de diferentes maneras dependiendo de las estructuras fijas del entorno que estén a unos cinco metros adelante del pez (su rango máximo de detección). Es por estos cambios de vibración que el pez ciego puede reconocer lugares que ha visitado en el pasado y dirigirse directamente a ellos (por ejemplo adonde siempre hay alimento). En un apagón en nuestras casas nosotros podemos encontrar las repisas en donde guardamos las velas sin golpearnos con los muebles, incluso si la oscuridad es total: también tenemos mecanorreceptores (en la piel y en el oído) que nos permiten localizar los objetos de nuestro entorno con respecto a la ubicación de nuestro cuerpo, sin tener que usar información visual. En estos ejemplos, peces y humanos usaron información del entorno (movimiento) a la que ya habían estado expuestos anteriormente para orientarse en el espacio.
La comunicación con miembros de la misma especie, la habilidad para resolver problemas novedosos, o para orientarse en el espacio, son algunas de las propiedades de la cognición animal, y tienen mucho que ver con la percepción (por medio de los sentidos), el razonamiento (los procesos fisiológicos del cerebro cuando se procesa la información) y la toma de decisiones (la reacción o solución final). Estos procesos se llevan a cabo en organismos que poseen un sistema nervioso compuesto de un cerebro y conexiones entre éste y los órganos (es decir, casi todos los animales, incluyendo insectos, medusas de mar, moluscos, y todos los vertebrados). Al parecer, la solución a problemas complejos no es una cualidad única del ser humano, sino de cualquier animal que cuente con la maquinaria apropiada para lograrlo.
¿Para qué sirve la inteligencia?
Konrad Lorenz, zoólogo austríaco y ganador del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1973, sentó las bases para el estudio de la cognición animal, al difundir la idea de que así como compartimos características fisiológicas con otros animales —ojos, el funcionamiento del corazón, de las articulaciones, del aparato digestivo y de excreción— también compartimos características conductuales, como el cortejo ritualizado de los machos, habilidades para socializar de distintas maneras con miembros de la misma especie, protección a las crías, y solución a problemas complejos.
Por lo visto, las habilidades cognitivas no son únicas del ser humano. Lo que tienen en común los ejemplos descritos para los carbonerillos, los monos verdes, los peces y los humanos es que los individuos que emplean dichas conductas en la solución de esos problemas tendrán más probabilidades de sobrevivir y reproducirse que los que no lo hagan. Estos y otros caracteres biológicos que favorecen la supervivencia de las especies rara vez aparecen en un solo grupo de organismos; por el contrario, distintos grupos de organismos, que comparten una misma presión de selección (es decir, un reto impuesto por componentes del ambiente tal como la disponibilidad de alimento, la abundancia de ciertos depredadores o cambios drásticos de temperatura durante una parte del año) lo desarrollan. A este proceso se le conoce como evolución por convergencia, y es muy probable que las habilidades cognitivas de los animales hayan evolucionado por medio de este proceso.
Una vez que hemos establecido quién es inteligente y para qué, podemos abordar más de cerca uno de los tantos problemas a los que se enfrentan los animales en la naturaleza: encontrar alimento.
La evolución de la memoria espacial
Imagina al hombre primitivo de hace cuatro millones de años: antes de que se convirtiera en cazador, este hombre era recolector de frutos, hábito que compartía con aves, monos y otros mamíferos. En las inmensidades de la selva africana, donde los árboles eran muy altos y el panorama visual una maraña de hojas, ramas, lianas y troncos, todos enfrentaban el mismo problema: buscar y recolectar frutas diminutas y difíciles de ver en comparación con la inmensidad de la selva. Esta presión de selección —entre otras causas— pudo haber infl uido para que ciertos caracteres fi siológicos o anatómicos que favo- recieran el encuentro y recolección de alimento efi cientes (como la capacidad para distinguir colores, la habilidad para moverse velozmente en la selva, la memoria de los lugares en donde se encontró alimento) perduraran en el hombre primitivo y otros animales recolectores de frutos (monos, aves, y otros mamíferos).

La eficiencia
La mayoría de los animales deben desplazarse de un lugar a otro para encontrar comida, pero no disponen de todo el tiempo del mundo para hacerlo. De vez en cuando a nosotros se nos presentan problemas similares; por ejemplo, cuando tenemos una lista de cosas que hacer en distintos lugares alejados de nuestra casa, como ir a la tintorería, comprar unas flores para la abuelita, pagar la luz, y finalmente, comprar tortillas... en un espacio de ¡dos horas! Para los animales, la tarea no sólo es conseguir alimento, la mayoría de las veces también tienen que poner atención a otros asuntos como la presencia de depredadores, o de otros animales con los cuales pudieran competir por ese alimento. Súmale a eso el hecho de que algunos tipos de comida no se pueden encontrar en el territorio durante todo el año (éste es el caso de los frutos, hojas o insectos que tienen periodos limitados de abundancia), y ¿cuál es el resultado?: la búsqueda y recolección de comida, conocidos en conjunto como forrajeo, son un problema más complejo del que uno se pudiera imaginar. ¿Cómo le hacemos —humanos y animales— para ser eficientes, es decir realizar estas tareas en el menor tiempo posible y cumpliéndolas todas?
Para un animal, ser eficiente en el forrajeo es adaptativo; es decir, favorece su supervivencia porque le permite conseguir lo que necesita para nutrirse, protegiéndose de los depredadores, y evitando conflictos con especies que comen lo mismo. Esto es particularmente importante si el ambiente natural (selva, sabana, océano, etc.) es bastante grande como para requerir un esfuerzo físico considerable al recorrerlo. Pero ¿cómo se logra eficiencia en el forrajeo? Regresemos al ejemplo de nuestra lista de tareas, incluyendo la compra de tortillas calientitas: cuando la tintorería, la florería, el banco y la tortillería más cercanos se encuentran a distancias mayores a lo que nosotros podemos percibir a simple vista si nos paramos en la azotea de nuestra casa, ¿cómo llegamos hasta ellos de forma rápida? Es muy probable que antes de salir ya nos vayamos haciendo una idea de la ruta que vamos a recorrer, y esto lo logramos gracias a las imágenes mentales de la ruta que formamos en nuestra cabeza; por ejemplo visualizando las siguientes instrucciones: caminar a la derecha dos cuadras, dar vuelta en la tienda de don José a la izquierda, seguir tres cuadras más hasta encontrar la tintorería, etc. Otra parte de nuestro sistema de orientación está dada por el reconocimiento visual de los puntos de referencia que usamos para darle sentido a nuestro mapa mental de la ruta (la tienda de don José, o la tintorería), los cuales identificamos a medida que hacemos el recorrido. Finalmente, todo esto sería imposible sin nuestra memoria espacial de los lugares que vamos a visitar. La memoria espacial, en pocas palabras, es el conjunto de ideas o imágenes de los lugares que hemos visitado, y de los puntos de referencia que usamos para orientarnos. Durante el forrajeo, es muy posible que los animales también usen su memoria espacial para ser eficientes.
Los científicos que estudian monos y simios en estado natural han observado que estos animales hacen recorridos eficientes por la selva diariamente, y por lo tanto es posible que usen su memoria espacial durante estos recorridos. Los monos araña de una selva en Yucatán se desplazan en líneas casi rectas entre lugares de comida que se encuentran separados unos de otros por distancias mayores a lo que su ojos perciben a simple vista. Si no pueden ver el próximo lugar de comida que visitarán desde el lugar donde se encuentran, ¿cómo se guían para llegar a éste sin mucho esfuerzo? Aunque no podemos saber si los monos forman imágenes mentales similares a las nuestras, ya que ignoramos qué pasa por su mente antes o durante estos recorridos, es posible visualizar las regiones del cerebro del mono que funcionan cuando se le proporciona un problema espacial en un laboratorio. Estos estudios han demostrado que esas regiones del cerebro son las mismas tanto en humanos como en monos, lo cual indica que al menos a nivel del funcionamiento cerebral, ambos poseemos las estructuras anatómicas necesarias para resolver problemas espaciales.
¿Con qué se come?
Imagina que tienes los ingredientes necesarios para preparar agua de limón: limones cortados, agua, un poco de azúcar, una jarra y unos vasos. Exprimes los limones, agregas el azúcar y ¡ya está! Pero después de unos segundos te das cuenta que falta algo: una cuchara u otro utensilio para mezclar los ingredientes en el agua. ¿Qué harías si no lo tienes a la mano? Algunos animales enfrentan problemas similares para extraer alimento o prepararlo para su consumo. Los chimpancés de África beben agua de hoyos que encuentran en los árboles, pero los hoyos no siempre son fácilmente accesibles a la cara y boca. Para resolver este problema, toman un montón de hojas frescas en su mano, la introducen en la cavidad remojando las hojas, y al extraerla pueden sorber el líquido de la esponja natural que fabricaron. Los chimpancés también comen hormigas, termitas y otros insectos que viven en cavidades de árboles que son inalcanzables a sus manos. Para sacarlos, introducen ramas delgadas en las cavidades y al extraerlas "chupan" los insectos colgados de la rama como si fuera un palo de paleta helada.
En un estudio publicado en diciembre de 2004, en el American Journal of Primatology, investigadores de Brasil, Italia y los Estados Unidos reportan que para abrir las duras nueces que los monos capuchinos encuentran a diario, utilizan dos piedras a manera de cascanueces: una es lo suficientemente plana para que se mantenga en posición sobre el suelo de la selva, pero debe tener una cavidad pequeña no muy profunda, en donde se colocará la nuez; la otra piedra debe ser suficientemente ligera para que el mono pueda elevarla al nivel de su cabeza, y dar un golpe certero a la nuez que rompa la cáscara.
Tal vez lo más sorprendente del uso de herramientas en animales es que este conocimiento pasa de generación a generación; es decir, las crías lo aprenden y lo adoptan como parte de sus actividades diarias, observando e imitando las acciones de los individuos adultos (entre ellos, sus madres), de la misma manera como nosotros adoptamos algunas costumbres y hábitos que observamos diariamente en nuestros padres.
Ovejas, perros y humanos
Richard Byrne, un psicólogo que ha estudiado las habilidades cognitivas de los animales por más de 20 años, relata en su libro The Thinking Ape (El simio pensante), cómo se dio cuenta de que las ovejas son capaces de solucionar problemas complejos. Durante su visita a un grupo de pastores en la India, Byrne observó cómo un rebaño de ovejas se movía de un lado a otro ordenadamente y sin descarriarse. La imagen común de un rebaño de ovejas que se mueve así suele asociarse a la presencia de un perro pastor que dirige sus movimientos. De hecho, muchos científicos creen que las ovejas no son inteligentes, sino que simplemente actúan de acuerdo al instinto de protegerse de los depredadores, adoptando al perro como una especie de líder del rebaño. Acostumbrado a observar las acciones de los perros pastores en las praderas británicas, Byrne pensó que éste era otro ejemplo más de inteligencia perruna… hasta que se encontró con que los perros, que se supone debían trabajar como pastores, dormían profundamente al calor de la pradera india. Observando la conducta de las ovejas y de los pastores humanos, llegó a la conclusión de que éstas han aprendido a reconocer las instrucciones impresas en los distintos chiflidos emitidos por los pastores; es decir, han aprendido a adoptar al pastor como líder de la manada.
La moraleja de esta anécdota es que la oveja no es como la pintan. Acostumbramos comparar la conducta de los animales a la nuestra, y viceversa, de acuerdo con intereses propios: si alguna de nuestras acciones es inaceptable, inmediatamente nos juzgamos como animales primitivos, mientras atribuimos las innumerables demostraciones de inteligencia de los animales a una semejanza con nuestro intelecto. Desafortunadamente, casi nunca caemos en cuenta de que animales y seres humanos compartimos una historia evolutiva, y que para entender las proezas de nuestro intelecto el primer lugar en donde deberíamos indagar es en las proezas de los animales.

1 comentario:

  1. este tema nos a mostrado de que no solo los seres humanos tenemos la capacidad de resolver problemas o de comunicarnos todos los seres vivos tenemos distintas formas de comunicacion no todas son las mismas

    Jessica Moya

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