martes, 19 de junio de 2012

las vacas locas

 
Publicado en mayo, 2001. N° 30
El miedo se cultiva con una buena dosis de ignorancia y otro tanto de incertidumbre. Analicemos qué es lo que realmente se sabe de una enfermedad que ha vuelto loca a la comunidad científica y a más de 180000 vacas.
Corría el año de 1972. El joven médico Stanley B. Prusiner, de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Francisco, se encontraba abrumado ante la ignorancia que mostraba el cuerpo médico del hospital con respecto a la enfermedad que consumía a una de sus pacientes. Su única alternativa, la revisión de la literatura científica, lo había dejado aún más perplejo. En su escritorio estaban las publicaciones de Carleton Gajdusek y Vincent Zigas, del Instituto Nacional de Salud en los EUA y del Servicio para la Salud Pública de Australia, respectivamente, y del antropólogo estadounidense S. Lindenbaum, todas relacionadas con un extraño padecimiento neurodegenerativo denominado kuru que produce locura. Estuvo largo rato reflexionando sobre lo extraño del caso. Su paciente, diagnosticada con la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (CJ), presentaba síntomas muy parecidos a los que acababa de leer, aparentemente causados por un virus lento: períodos de creciente sufrimiento, caracterizados por una lenta disminución de las capacidades mentales, temblores, pérdida de la coordinación, ulceraciones, y un alternar entre períodos de risa, irritación y depresión, todo ello consecuencia de una disfunción cerebral.

Sobre la inconveniencia de comerse a los demásEl kuru, que en lengua Fore significa “temblor”, es un padecimiento del cual se tienen registros desde principios del siglo XX entre los aborígenes Fore del distrito de Okapa, en Nueva Guinea. Gajdusek descubrió que el kuru estaba asociado a las prácticas rituales de canibalismo mortuorio entre la población y afectaba 8 veces más a las mujeres que a los hombres. Entre los Fore, comerse a un muerto era la forma de honrarlo. Las mujeres se encargaban de preparar el cuerpo para el ritual, desmembrándolo y cocinándolo: los músculos de brazos y piernas para los hombres, mientras que ellas, los niños y los ancianos consumían partes del cerebro. Entre 1957 y 1968 la locura producida por el kuru había afectado a 1100 de los cerca de 8000 aborígenes del grupo. El peor año fue 1960, con 200 decesos. Para 1974, esta cifra disminuyó a sólo 25, después de que la comunidad abandonó el ritual, aunque seguía habiendo casos, pues además de que el período de incubación del mal es de entre dos y 23 años, es posible que algunos Fore hayan continuado ingiriendo a sus difuntos parientes en la clandestinidad. En cuanto a las causas, se descartó la hipótesis de un origen genético de la enfermedad; si bien ésta se daba entre familias específicas, quedó demostrado que el mal no se debía al hecho de pertenecer a ellas sino a la ingestión de ciertas partes de difuntos que habían estado enfermos de kuru. Una segunda hipótesis fue que la afección era producida por un virus de muy lenta acción. Esta hipótesis se vio favorecida al constatar que los chimpancés adquirían el kuru al ser inyectados con extractos del cerebro de enfermos.

Al joven Prusiner le intrigaba la relación del kuru con la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, cuyos síntomas fueron descritos desde 1920 por los dos investigadores que dieron su nombre a este mal. La paciente de Prusiner había pasado por períodos muy similares a los descritos, iniciando con una depresión, risas fuera de lugar, llanto y comentarios irrelevantes, todo acompañado de un ligero temblor que con el tiempo se convirtió en convulsiones. El asombro de Prusiner fue aún mayor cuando notó que la CJ y el kuru se relacionaban con la scrapie, enfermedad exclusiva de borregos y cabras, pues en los tres casos el contagio genera daños similares en el cerebro.
Un nuevo agente infeccioso
Dos años después de la experiencia con la enfermedad de CJ, en 1974, todavía motivado por el caso y, como buen científico, desprovisto de prejuicios e incluso de algunos dogmas científicos de la época, Stanley Prusiner montaba un laboratorio de investigación con el objetivo de identificar al agente infeccioso, hipotéticamente de origen viral.

No había pasado todavía una década, cuando en 1982 Prusiner y su equipo despertaban el escepticismo de la comunidad científica médica al dar a conocer que la causa de la scrapie no era un virus ni una bacteria, sino una proteína. Esto era completamente nuevo e insólito: una proteína pura, que carecía de ácidos nucleicos —que constituyen el material genético (ADN y ARN)—, era capaz de infectar, de propagarse.

Prusiner denominó prión a esta proteína, y a partir de entonces las evidencias experimentales se siguen acumulando en favor de su hipótesis (véase recuadro). No obstante que hay quienes aún esperan encontrar material genético asociado a la proteína para explicar su propagación, en 1997 Prusiner recibió el premio Nobel en Fisiología y Medicina por el descubrimiento de los priones.
El prión

La unidad básica de las proteínas son los aminoácidos. La estructura primaria de una proteína depende de cuántos aminoácidos la compongan y en qué orden o secuencia estén colocados. Pero la función de la proteína generalmente depende de la forma que tenga en el espacio, es decir, de su estructura tridimensional. Muchas proteínas pierden su función cuando se destruye esa estructura, por ejemplo al calentarlas.
Prusiner propuso desde 1982 que una proteína denominada prión era el agente infeccioso causante de las encefalopatías espongiformes. Los priones son proteínas que se ubican naturalmente en la superficie de la membrana de las células nerviosas, en particular las del cerebro, de casi todos los mamíferos. Tienen en su forma benigna una estructura en la que predomina un arreglo espacial que se conoce como de a-hélice, y sirven como moléculas de señalización. De acuerdo con el descubrimiento de Prusiner, cuando los aminoácidos que forman las hélices del prión sufren un rearreglo y adquieren una nueva estructura en la que predominan las hojas plegadas, la proteína se vuelve infecciosa y produce las encefalopatías espongiformes. Esta transformación ha sido observada en el laboratorio, incluso en el caso de priones humanos.

¿Por qué y cómo se transforma la proteína de un estado normal a un estado maligno? Este tema sigue siendo motivo de incertidumbre y controversia. Pocos casos de encefalopatías espongiformes en el ser humano son de origen hereditario. Éstas pueden generarse por el cambio de alguno de los aminoácidos de la proteína debido a una mutación en el gene que la produce, o producirse directamente por infección con el prión en su forma maligna, o bien, hay que aceptarlo, por vías desconocidas, incluida quizá el comerlo.

Una vez en el organismo, los priones malignos “convencen” (por no decir fuerzan) a los normales o benignos a cambiar su forma, y con ello su comportamiento. En el caso de un borrego enfermo de scrapie, por ejemplo, puede haber nueve veces más priones en su forma maligna que en la benigna. Además, los priones malignos tienden a agregarse, depositándose en forma de fibras que pueden verse al microscopio electrónico.

Se sabe que un ratón al cual se le elimina el gene que produce el prión no adquiere la enfermedad, lo que abre una línea de investigación para una posible cura; aunque todavía no se sabe qué le puede pasar al ratón cuando carece del prión normal o benigno. Para tranquilidad de la población británica en particular, pero del mundo en general, en la década de los 90 se analizaron miles de apéndices y anginas extraídos a pacientes en hospitales británicos, sin que hasta la fecha se hayan encontrado las formas de la proteína que hay en los casos de la variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

6 comentarios:

  1. el tema de las vacas locas esq muy interesante ya que habla de las enfermedades que contraen y que daña a muchos personas y en especial a las vacas por que la contraen mas de 8 mil vacas por eso hay que estar siempre enterados de las enfermendades a contraer........

    WENDY ALEXIA PEREZ ROSAS

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  2. LAS VACAS TIENEN UNA rara enfermedad que hace que mueran en poco tiempo y esa enfermedad que estan en contacto con ellas.

    Selene Csarez Tlatuani

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  3. a mi no me parece que las vacas mueran por esa rar enfermedad auque sea causa de la naturaleza y me gustariu que no mate las vasas

    Janis Arenas Lopez

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  4. un cientifico dio a conocer que la causa de la scrapie no era un virus ni una bacteria, sino una proteína. que fue un gran descubrimiento.

    Eduardo Reyes Betancurth

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  5. hay quienes aún esperan encontrar material genético asociado a la proteína para explicar su propagación, del por que

    Jesica Moya Hernandes

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